Gipuzko Buru Batzarra
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Un nacionalismo eficaz e integrador
Xabier Barandiaran Irastorza
Hoy celebramos el Aberri Eguna. Es un día importante para todas aquellas personas que nos identificamos con el pueblo vasco y trabajamos a favor del reconocimiento de nuestra realidad nacional. Más allá de los factores políticos coyunturales, tengo la impresión de que asistimos a importantes cambios estructurales que condicionan de manera relevante las condiciones sociales y políticas futuras de la construcción nacional vasca: el final de la violencia de ETA, la crisis de la arquitectura constitucional y una sociedad cada vez mas despegada de la acción política son, desde mi punto de vista, tres elementos clave que definen un tiempo político distinto. En un momento en el que estamos mirando lo que pasa en Escocia y en Cataluña siento una cierta envidia de dos cosas: de la aceptación del Gobierno Británico de la voluntad de la nación escocesa y de la vitalidad política que presenta la sociedad catalana productora de una enriquecedora realidad nacional catalana. A pesar de que en Euskadi vivimos un tiempo político distinto, lo que realmente posibilita que una realidad nacional pueda constituirse en sujeto político de pleno derecho es su fuerza social. Una adhesión social que requiere de un liderazgo político; pero la expresión de una realidad nacional limitada a los partidos políticos corre un serio riesgo de parálisis. En el contexto actual, el reconocimiento del pueblo vasco y su derecho a decidir obliga al nacionalismo vasco a una profunda reflexión para fortalecer su relación con una base social amplia más allá de las adhesiones electorales. Sin fortaleza social no habrá una nueva estructuración política.
Pero, ¿cómo lograr el fortalecimiento de esa expresión social de la realidad nacional vasca?. Me atrevo, a modo de reflexión, a apuntar tres retos: la cohesión democrática, una mayor integración de las iniciativas institucionales y sociales y, en tercer lugar, la apertura del nacionalismo a otros espacios sociales emergentes.
El primer reto fundamental es lograr una cohesión democrática en el seno de la sociedad vasca. El final de ETA constituye una gran noticia. Pero no sólo es importante la búsqueda de la verdad, la justicia y la reparación de los daños causados; además es necesario compartir el sentido, el valor y los contenidos que definen la acción democrática por parte de los partidos políticos que representan a la ciudadanía. No es lo mismo dejar la actividad armada por un requerimiento estratégico que hacerlo por invalidez democrática; porque una cosa es el uso instrumental de la democracia y otra la interiorización de una verdadera cultura democrática en la que queden desterradas no sólo la actividad armada sino toda la arquitectura impositiva del proyecto político que ha sido edificado en el contexto de apoyo a esa violencia. La verdadera cohesión democrática en el seno del nacionalismo vasco exige que la Izquierda Abertzale realice una revisión crítica del pasado para edificar un futuro compartido en el ámbito de la acción política democrática.
El segundo reto fundamental que tiene el nacionalismo vasco es el de lograr una mayor integración entre la dinámica social y la dinámica institucional. Si en el proceso de construcción nacional esas dos fuerzas se contraponen, las limitaciones que sufre el proceso de construcción nacional son enormes. El encuentro y la cohesión democrática que he citado antes deberían permitir superar el estadio de confrontación que ha caracterizado a gran parte de la iniciativa política social de Euskadi cuya actividad ha estado orientado al debilitamiento del sistema institucional vasco basado en el Estatuto de Autonomia de Gernika.
En los años 80 el nacionalismo democrático despliega una actividad institucional en la dirección política del país centrada en la reconstrucción de un sistema institucional y tratando de dar cobertura a una red productiva en proceso de reconversión y de modernización. En gran parte, gracias a este proceso liderado por toda una generación de personas nacidas en la postguerra con un fuerte arraigo comunitario y valores orientados al esfuerzo y al trabajo, gozamos hoy del nivel de desarrollo y bienestar. Esta inversión del nacionalismo democrático se produce, en menor medida, en la articulación de la vida social, en la configuración de un espacio de comunicación para garantizar la socialización y reproducción de la identidad nacional y, creo que también, en la producción del discurso político. Durante estos años la Izquierda Abertzale desarrolla su estrategia a través de la ocupación de la calle y dedica un gran esfuerzo a la construcción de asociaciones políticas y sociales para competir en el espacio público con otros actores políticos. En esta época el trabajo institucional desarrollado por los diferentes representantes de la Izquierda Abertzale está supeditado al desarrollo de la estrategia armada. La Izquierda Abertzale compite y plantea un proceso dialéctico al sistema institucional vasco con la fuerza de su legitimidad social y la construcción de asociaciones y redes que derivan de esa legitimidad y que amplían el radio de acción de esa estrategia de deslegitimación.
Es evidente que las instituciones y las iniciativas sociales cumplen funciones distintas e incluso las iniciativas sociales deben tener un carácter mucho más crítico. Pero si esas iniciativas sociales de carácter político se constituyen en un fuente de deslegitimación al servicio de un proyecto político más allá de una causa común, entonces, estamos haciendo un flaco favor a una sólida construcción nacional vasca.
El tercer reto implica una mayor orientación del nacionalismo a la sociedad: intensificar el diálogo y buscar una mayor relación para la co-creación de un proyecto de carácter compartido. El logro del reconocimiento de nuestros derechos nacionales exige la activación de una ciudadanía vasca que no es el de hace 35 años; una sociedad vasca que vive una importante desafección política, una sociedad vasca donde las identidades colectivas son cada vez más complejas y su vinculación con el hecho político no se desarrolla ya en términos clásicos. De ahí la importancia de un nacionalismo eficaz e integrador frente a un nacionalismo ineficaz e impositivo. Hoy necesitamos incorporar a nuestro proyecto a los que no creen en la política, a las nuevas generaciones que la estrechez del constitucionalismo no ha sabido responder, a las personas que vienen a Euskadi en busca de una nueva vida, a nuestras hijas que crecen con Disney Chanel; y tenemos que ser capaces de dibujar entre todos un país avanzado y moderno donde la comunidad nacional vasca sea una oportunidad de mayor progreso y libertad para las personas.
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